A más de dos semanas de su fallecimiento, la familia de Natalia Ailén Condori aún no puede despedirse de ella. La joven de 24 años, bailarina de morenada en la Fraternidad «Gran Central Oruro en Buenos Aires», murió tras años de sufrir violencia de género en un contexto de complicidad y abandono institucional. La investigación, plagada de irregularidades, profundiza el dolor y la incertidumbre de sus seres queridos.
Un ciclo de violencia:
Natalia fue víctima de violencia física, psicológica y emocional a manos de su pareja, Javier Mamani (20 años mayor), con la presunta complicidad de miembros de la fraternidad, incluyendo un policía que habría participado en las agresiones. Su madre, Alicia, denunció que Natalia sufrió violencia no solo de su pareja, sino también de otras cuatro personas que la atacaron en su casa.
Eventos previos a su muerte:
En noviembre de 2024, tras una brutal golpiza que le provocó el desprendimiento de la placenta y la muerte de su bebé, Derin, Natalia fue sometida a 16 cirugías hasta su fallecimiento el 28 de enero.
Irregularidades en la investigación:
La familia denuncia graves irregularidades en la investigación: informes médicos desaparecidos, documentos extraviados y una cadena de omisiones. El hospital afirma haber enviado los informes a la comisaría, pero la comisaría niega haberlos recibido. La fiscalía carece de la documentación completa para la autopsia. Además, se reportaron casos de suplantación de familiares en la morgue judicial. Estas inconsistencias alimentan las sospechas de encubrimiento y refuerzan la impunidad. La pregunta de la familia «¿Qué están encubriendo?» refleja la profunda desconfianza en el proceso judicial.