Aquel que tuvo pasillos de tierra y hoy está prácticamente urbanizado en su totalidad. Aquel que lo vio nacer y que nunca quiso abandonar… sino que se quedó allí para transformarlo, para que deje de ser Villa Palito y comience a ser Barrio Almafuerte, ejemplo de lucha, organización y conquista de derechos para los sectores más humildes. Su corazón y su obra quedan para el barrio, como también en los otros barrios donde estuvo, donde creó comunidad, organización y se brindó para dejar su huella, como en 17 de marzo y 17 bis, Puerta de Hierro y San Petersburgo.
Nos dejó esa mirada de amor, esos abrazos inconmensurables, esa paz y esa capacidad de transformación, gracias a su fe, que lo llevó a trabajar tanto para generar centros de día, centros de oficios, de recuperación de adicciones, a tener siempre su casa con la puerta abierta para quien lo pudiera necesitar, para ser un padre con una entrega sin igual.
Hoy está en su barrio, en su capilla, en su casa, cerca de los suyos. Sin dudas también está en todas las almas que tocó con un gesto, una ayuda y una risa compartida, siempre con su gran humanidad, llevando la Palabra y haciendo una Iglesia mejor.
Bachi volvió al barrio, de donde nunca se fue y de donde nunca se va a ir.
Hasta siempre Hermanito!!!